Me gustan mucho los libros sobre libros. O sobre lectores. O sobre escritores. Me atraen como a las moscas la miel. Libros como “Firmin” de Sam Savage, “El cuento número trece” de Dianne Settefield, etc…, me han hecho disfrutar muchísimo. Por eso, cuando supe por alguno de los blogs que sigo de la existencia de este librito, no dude en apuntarlo y, hace poco, en mi última visita a la biblioteca, lo tomé prestado.
Sophie Divry
Escritora francesa, Sophie Divry es conocida a nivel internacional gracias a su primera novela, Signatura 400.
Ella misma se define de la siguiente forma: “Me gustan las berenjenas, el aceite de oliva y las mermeladas de mi madre, me horrorizan los coches, no tengo teléfono móvil, soy feminista y les tengo fobia a las puertas abiertas. Soy alérgica a los ácaros, los gatos y los sulfitos. Me gusta bañarme en el mar, los lagos y los ríos. Me parece que no se habla lo suficiente de Jacques Roubaud de Claude Simon, y que hay demasiado ruido mediático en este mundo. NO me gusta comprar un libro sin saber lo que lleva dentro”
Datos técnicos
Editado por Blackie Books en mayo de 2011.
Tiene 106 páginas
Disponible, de momento, en edición de gran tamaño, tapa dura
ISBN: 9788493874544
Cuesta 17 euros
Argumento
Sabéis que me gusta poner mi propio argumento. Pero, en este caso, no lo voy a hacer y voy a copiar el que nos ofrece la propia editorial en la contraportada del libro. No es por vagancia sino porque me parece francamente bueno. Quizás dé demasiados datos, pero es muy certero –mucho más de lo que podría serlo yo- al describir un personaje tan peculiar como la bibliotecaria protagonista de este libro:
Ni siquiera tiene nombre. Y es que nadie habla con ella, como no sea para pedir libros en préstamo. Su consuelo: las buenas lecturas (siempre de autores muertos) y estar rodeada de seres incluso más tristes que ella.
Se pasa los días ordenando, clasificando, poniendo signaturas. No pensaba ser bibliotecaria, pero abandonó las oposiciones por un hombre. Ahora el amor le parece una pérdida de tiempo, un trastorno infantil. Claro que el deseo es muy traicionero, y ella guarda unos pendientes en el cajón.
Preferiría la sección de historia a la de geografía, allí en el sótano de una biblioteca de provincias, donde lleva la mitad de la vida, donde ya empieza a ser vieja, pero el anonimato al menos le concede pequeñas venganzas. De las que quizás solo ella se percata. Porque, además, en el orden de la biblioteca se cifran las jerarquías de la vida: la de los ricos y los pobres, los privilegiados y los subalternos, los que tienen un amor y los que no.
Pero cuando no hay nadie, cuando la biblioteca está cerrada, incluso puede -y sabe- darle voz a su neurosis, a sus angustias, al vértigo del saber libresco. Y entonces descubrimos que los neuróticos pueden ser buenos narradores, cosa no tan evidente. Cosa que tal vez logran, sobre todo, los buenos fingidores, los escritores que dan vida a los buenos personajes.
Sólo le queda, pues, la literatura. Para elevarse, dice ella. Los libros, los buenos libros. Y quizá, también, los buenos lectores, que van a la biblioteca en busca de algo más que calefacción o aire acondicionado, y que dan vida a las grandes historias, como el breve monólogo de esta mujer insignificante, que relata su desencanto con acritud y humor. ¿O es un diálogo? ¿O acaso la pregunta tiene sentido?
Impresiones
Me atrajo este libro desde el primer momento en que supe su existencia. Por su preciosa portada: unas estanterías llenas de libros y por su argumento, que parecía ser un alegato de amor hacia los libros. Estuve tentada muchas veces de comprarlo pero al final no me decidí y simplemente lo cogí en la biblioteca; y, ¿sabéis qué? Que me alegro porque, aunque me ha gustado, tampoco me ha parecido nada del otro mundo.
Ésta es una reseña que me cuesta hacer. Es muy fácil hablar de un libro que te ha fascinado; también lo es –aunque sea duro hacer reseñas negativas- reseñar un libro que no te ha gustado nada. Lo peor es en estos casos que ni fú ni fá; libros que me han gustado pero que pasan por mi vida sin dejar huella. Y, desgraciadamente, éste ha sido uno de ellos. En este caso voy totalmente a contra corriente porque todas las reseñas que he leído lo califican de “joyita”; a mí, sin embargo, me ha parecido un libro más…
La novela es un largo monólogo de una bibliotecaria cualquiera –ni siquiera llegamos a saber su nombre- de una biblioteca cualquiera de una capital de provincias. Lleva una vida anodina y poco tiene aparte de su trabajo. Está enclaustrada en el sótano de su biblioteca, encargada de los libros de geografía. No son los libros más glamourosos, ni los que más tirón tienen; ella preferiría estar en la sección de historia o en la de literatura pero tiene que conformarse con lo que hay. Un día, al llegar al trabajo desde casa, se encuentra con que el día anterior un lector - anónimo como ella – se ha quedado encerrado durante la noche y empieza a hablarle. Es un monólogo, como digo, no hay diálogo; y en este monólogo la bibliotecaria –y la propia escritora de la que aquélla parece un alter ego- nos va a contar sus ideas sobre muchas cosas: sobre los libros, sobre los lectores, pero incluso sobre cuestiones de índole política, histórica o social.
La novela es una larga parrafada. Sin capítulos. Sin tan siquiera puntos y aparte. A pesar de ello, su lectura resulta fácil y amena ya que la autora utiliza un lenguaje sencillo y directo.
El libro resulta instructivo cuando nos habla del sistema de catalogación de libros, el sistema Dewey, que los clasifica en signaturas, teniendo en cuenta su género o clase. Tiene mucho de crítica: la bibliotecaria nos habla de sus filias y sus fobias en relación a muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, nos habla de literatura para criticar a los lectores de best-sellers y libros de moda, para expresar sus preferencias por Guy de Maupassant y su odio a Balzac (en el que no estoy para nada de acuerdo); nos habla de Historia, poniéndose de parte de la Revolución francesa e incluso de Robespierre pero criticando duramente a Napoleón. Habla de política para criticar a los políticos actuales que no se muestran a favor de la cultura ni de las bibliotecas, etc… Así que la novela tiene mucho de crítica social; muchas veces desde un punto de vista muy particular que personalmente no comparto.
A través de sus frases vamos conociendo a la bibliotecaria o, al menos, nos vamos haciendo una idea de cómo es. Una mujer ya entradita en años, un tanto amargada, que llegó a la ciudad en la que vive por amor y encontró en ella el desengaño, que está secretamente enamorada de uno de los que frecuentan la biblioteca y que se considera a sí misma “una mujer invisible”. Una mujer con carácter e ideas muy definidas, algunas de las cuales me han parecido interesantes y otras que no he compartido en absoluto.
De la novela me ha gustado el amor que destila por los libros y un montón de frases dignas de subrayar con rotulador fosforito (si es que yo subrayase los libros, cosa que evidentemente no hago…). Frases como:
"La escritura solo llega cuando algo no funciona. Si todo el mundo fuese feliz en la tierra, no se escribiría más que recetas de comida y tarjetas postales, no habría libros, ni literatura, ni bibliotecas."
"Los dos juntos, libro y lector, en el momento adecuado de la vida de cada uno, eso puede producir chispas, una llamarada, una hoguera, puede cambiar una vida."
“Saber orientarse en una biblioteca es dominar la cultura en su conjunto y, por tanto, el mundo.”
“En mi oficio, ¿sabe?, no hay nada más emocionante y gratificante que juzgar la clase de persona que tienes delante, tantear su expectativas, dar entre las estanterías con el libro que anda buscando y hacer que se encuentren. Los dos juntos, libro y lector, en el momento adecuado de la vida de cada uno, eso puede producir chispas, una llamarada, una hoguera, puede cambiar una vida.”
No lo digo por usted, lo digo en general: en el fondo, el lector sólo viene a la biblioteca a desordenar. Por eso, para limitar los daños es necesario vigilarlo de cerca. Mi misión puede resumirse así: impedir que los lectores perviertan el perfecto orden de mi sótano.
Arrancar las páginas, cada vez que lo pienso, ¡cuando una fotocopia sólo cuesta siete céntimos de euro! Siempre son hombres. Como los maniáticos del subrayado, siempre hombres
Todo ser humano mínimamente culto debe medir alguna vez el alcance de su profunda impotencia.
Conclusión final
Se trata de una novela muy cortita que se lee en un par de ratos. Es de lectura fácil y sencilla y aporta unas cuantas ideas interesantes. Destila mucho amor por los libros por lo que es adecuada para quienes los amamos profundamente.
Y, sin embargo, no me ha convencido. Me ha parecido una novela entretenida sin más; no va a ser una de esas novelas que recuerde pasado un cierto tiempo. Y no sé muy bien deciros el motivo. Quizás porque, debido al carácter de la bibliotecaria no he conectado con ella y no me ha sabido transmitir; o quizás porque le ha faltado profundidad; o quizás porque, tras leer tantas reseñas que la ponían como una auténtica joya me ha decepcionado… No lo sé, la verdad, lo cierto es que me ha parecido una lectura más, una buena lectura, sí, pero no imprescindible.
Podéis comprarla en Popular libros
Retos:
75 lecturas en 2012: lectura nº 3
Reto continental: Europa - Francia