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viernes, 23 de diciembre de 2011

Segunda gaznapirada

Después de dejaros la reseña de "Manual para el perfecto gaznápiro" de Rafael Nebrera Ruiz y dejaros de una muestra del estilo del libro en la primera gaznapirada, os dejo hoy con la segunda, que lleva por título y tenéis que leerla atentamente porque es genial:

Entre átomos y clepsidras

Un segundo es la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 de átomo de cesio a una temperatura de 0 K (¿qué tal se os ha quedado el cuerpo?) O, por eso de ser más cercano, cada una de las sesenta partes que tiene un minuto…

La duda gaznápira de turno se antoja ineludible, y es que si la medida atómica del segundo es tan increíblemente exacta cómo narices sabían en la antigüedad cuánto debía durar ése segundo. Esto (de una absurdez manifiesta) lleva varios días dejándome sin sueño y provocando, de paso, una investigación febril en busca de aquellas formas primigenias para medir el tiempo que debieron tener los pueblos antiguos.

El reloj, de uso común en la actualidad, fue el instrumento creado por las grandes civilizaciones para la medida del tiempo transcurrido durante un día. El primer reloj precisamente fue ése, relacionado con el propio día, una guía del momento aproximado del día en el que se encontraba cada cual definido por la posición del Sol, y por la noche por la ubicación de la Luna. Esto generó los archiconocidos relojes solares, consistentes en una vara clavada al suelo y en función de la ubicación de la sombra proyectada tenían una idea del momento exacto del día que transcurría en ese instante (a este reloj se le conoce también con el nombre científico siguiente: un palo clavado en el suelo que da sombra) Lamentablemente este prodigio de la técnica tenía dos serios problemas: misteriosamente no funcionaba cuando estaba nublado y parecía quedarse sin pilas de noche.

De ahí, en función de latitud, se concibieron dos inventos maravillosos; el primero, la vela marcada, donde se hacían surcos alrededor de las velas que según se iban consumiendo marcaban la hora teórica (se marcaban con rotuladores indelebles porque la cera tiene la sana costumbre de tapar las marcas al caer, qué cosas) y el segundo la clepsidra, donde se introducía agua en dos recipientes marcados y al pasar de uno de ellos al otro indicaba el tiempo transcurrido supuesto. Claro que al no existir el segundo como tal entonces se medía todo en “currupipis”, existiendo clepsidras desde diez currupipis hasta mil incluso… (pobre del que debía hacer la comprobación de los currupipis que soportara cada clepsidra dichosa… un currupipi, dos currupipies, tres currupipis…)



Las clepsidras fueron las precursoras pues de los relojes de arena que llegaron al punto de poder medir un día completo (con un desierto en cada esfera, menudo peluco)

Tras ello y teniendo como referencia esos mismos relojes de arena, tras muchos inventos fracasados, nacieron los primeros relojes mecánicos rotatorios que ha ido evolucionando hasta los relojes que conocemos en nuestros días, pasando por mediciones con péndulos (made in Galileo), relojes eléctricos basados en atracciones y repulsiones  y más adelante el reloj de cuarzo que conocemos en la actualidad…

El caso es que estos relojes modernos no son infalibles, al igual que no lo eran los antiguos, el reloj de péndulo sufre de un desfase medio de cinco minutos diarios (2.757.789.531.000 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 de átomo de cesio a una temperatura de 0 K, para entendernos entre amigos) Sin embargo los relojes de cuarzo son mucho más fiables, pues sólo tienen un desfase medio de 3 segundos al año (un puñao de oscilaciones de radiación de esa…) Mientras que el reloj atómico, el más fiable del mundo, sólo sufre un desfase de un segundo cada 300 años nada menos…

Sé que ahora estaréis perdidos con tanto dato, pero me gustaría que no fuera yo el único en perder el sueño… Yo no sé el resto de gaznápiros existentes, pero yo no me imagino a Galileo al crear el reloj de péndulo midiendo oscilaciones de radiación emitida entre dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 (ya lo veo con los dedos contando hasta nueve mil millones y equivocándose al final diciendo “Mecachis, voy a tener que empezar de nuevo”) Está claro que el primer segundo, ése que se convirtió en la base del sistema temporal actual, se midió de otro modo, concretamente el segundo estaba muy relacionado con la astronomía.

Ahora viene la segunda deducción, tan imbécil como la primera: si el segundo se midió astronómicamente hace ya siglos, por qué ahora resulta que el reloj atómico es más preciso… Digo yo que si astronómicamente un segundo duraba un segundo, cómo carajo saben los científicos que un segundo atómico es más preciso (¿más preciso con respecto a qué? ¿a un currupipi?)

Viendo la relatividad del tiempo desde que comenzara su medida hasta nuestros días y viendo que la diversidad de criterios ha sido y continua siendo la moneda de cambio, apenas si podemos tener certeza de que nuestros relojes midan correctamente los currupipis que deben medir, lo cual, extrapolado a algunos ámbitos termina siendo determinante.

¿Alguien sabe cuántos currupipis tienen los segundos de los minuteros de las estaciones del metro de Madrid? Que me perdonen los científicos, pero tanto trabajo para medir 9 mil millones de veces la oscilaciones dichosas para que llegue una empresa y se tome a pitorreo la seriedad que debe inspirar el tiempo. El próximo tren efectuará su entrada en la estación en 4 minutos (o en todo caso en 4 metrominutos, que está más que claro que la medida es a todas luces distinta a la del resto de relojes de la humanidad) Casi es preferible que lo cuenten en currupipis definitivamente, pues con una dosis de fortuna el reloj, o cronómetro, irá en el sentido adecuado pues no es demasiado raro encontrarse con que el tren que llegaría en los próximos seis minutos de repente (y tras pasar la friolera de veinte o treinta currupipis) necesitará siete minutos y no seis para llegar. El espacio-tiempo es un concepto relativo e incomprensible para Metro de Madrid.

El tiempo en los transportes públicos es un misterio, al menos en mi comunidad autónoma. Ahora, por eso de facilitar más información a los ciudadanos y, de paso, evitar estados de stress innecesarios, contamos con una serie de cronómetros en las paradas de la Empresa Municipal de Transportes con un listado de los autobuses por llegar con los correspondientes tiempos que necesitarán para hacerlo. Estar atento a estos prodigios de la ingeniería tiene una satisfacción manifiesta pues viene a ser como seguir el devenir de una carrera de Formula 1. Autobuses destinados a llegar en cuatro minutos a la marquesina de repente pasan a necesitar veinte (evidentemente sancionados por la organización con un “Drive through”) A veces llegas a ser testigo de adelantamientos in extremis llegando el bus antes de lo previsto, o paradas en el Pit Lane por alguna avería que provocan grandes demoras.

Aunque no sólo el transporte se ve afectado por la relatividad del tiempo. Las esperas telefónicas para darte de baja de algún servicio: “en dos minutitos estoy con usted señor Contreras” (si ya…) ¿Qué es eso de minutitos? Tendrá menos segundos digo yo… Al parecer el uso de diminutivos en las frases donde se hace alusión a tiempos hacen la función de aumentativos. Otro misterio del espacio-tiempo sin resolver.

Aún con todo estas interpretaciones de los tiempos no sólo dependen de empresas o medios, si no incluso de latitudes (un segundito no dura igual en España, que en el Caribe, al igual que no dura lo mismo en Suiza, que en España por ejemplo) e incluso pueden depender de la óptica de aquel que los mide. Es por ello que todo un abanico de posibles deficiencias temporales seguramente esté abordando vuestros subconscientes. Dejo a juicio de cada gaznápiro lector la aplicación de esta relatividad de la cuarta dimensión, esperando que no la mantenga en secreto y divulgue sus deducciones para que yo también pueda regocijarme en ellas.

 Nota: perdonad las dos rayas verticales que hace más de una semana que salen en el blog. No hay forma de solucionarlo. Ayer, con todo el dolor de mi corazón (porque me encanta esta plantilla) intenté cambiarla pero las plantillas de la misma página me salían igual y las de otras páginas me daban error. Ahora tengo el blog completamente desordenado pero con las mismas dichosas rayas. Así que si alguien sabe a qué puede deberse, cómo solucionarlo o de dónde puedo descargar más plantillas, le agradecería un montón sus consejos.

8 comentarios:

  1. Me ha gustado, interesante reflexiones sobre el tiempo, que es a lo que se reduce todo hoy en día, siempre pendientes del reloj...
    Respecto a las líneas pues no sé decirte como solucionarlo, es como si se hubise desconfigurado pero es raro que te pase con todas las de la página, supongo que tendrás que cambiar a una plantilla de otro sitio pero yo las que uso son las del blogger, así que no te puedo ayudar, lo siento!
    un beso!

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  2. Está muy bien esto de las gaznapiradas, desde luego. Esta se la pasaré a mi sobrino, que seguro que eso de la reflexión sobre el tiempo y las clepsidras le gustará.

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  3. Interesante reflexión sobre el tiempo. Me está gustando estas gaznapiradas... Y sobre lo de las líneas que dices, pues o lo has arreglado ya porque yo no las veo... Ni recuerdo ahora mismo haberlas visto. Hasta ahora he estado viendo bien tu blog... ¿Expediente X??
    Besotes y Felices Fiestas!!!

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  4. Quizá es algo que infravaloramos, y por ello es bueno hacer reflexiones como esta. Me ha encantado, de verdad

    Un besazo
    Lourdes

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  5. Me ha hecho gracia lo de currupipi xD
    Interesante relato! =)

    Besotes

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  6. Al hilo de esta gaznapirada yo me pregunto ¿cómo vamos a poder subsistir sin Gallardón como alcalde? Porque su afición por la Fórmula 1 no es nueva. El autor ha conseguido desvelar uno de los secretos mejor guardados, la afición del alcalde por la Fórmula 1, practicada inmisericordemente en la EMT, muy bien reseñada. Pero no era nueva. Basta recordar la M30 convertida en un circuito de carreras con sus correspondientes chicanes, con un trazado sorpresa que variaba de un dia para otro.

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  7. Fantástica la gaznapirada. Una gran reflexión.
    Besos

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  8. De momento las dos gaznapiradas que has publicado me gustan, así que cada vez tengo más ganas de leerme el libro del autor. Cuanta razón tiene con el tema del tiempo en el transporte público. En Barcelona pasa exactamente lo mismo, falta 1 minuto para que pase el autobús y de repente pasan a faltar 20 minutos... un desastre!
    Besos!

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