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lunes, 2 de junio de 2014

Discurso de presentación de "Regreso a Venecia" de Francisco Granado

Muchas veces, los que vivimos en provincias, nos lamentamos de no poder asistir a presentaciones literarias que nos resultan muy interesantes (o poder asistir a pocas) y se nos cae la baba cuando vemos las crónicas de quienes sí pueden hacerlo.

Nunca será lo mismo que estar allí con el escritor, evidentemente, pero yo hoy os traigo algo que resulta muy parecido: el escritor Francisco Granado -autor, entre otras, de "Regreso a Venecia" y "La cabeza de Diana", me ha pasado el discurso que dio en la presentación o "puesta de largo" de su última novela "Regreso a Venecia". La copio a continuación y os recomiendo que la leáis porque resulta de lo más interesante y con ella tendréis un aperitivo de la prosa tan bonita y tan especial de Paco:





Señoras y señores

La literatura es una carga que uno lleva lo mejor que puede, una necesidad de enfrentarse a la eternidad, o a la falta de ella, a solas, y ocurre ante una página en blanco, donde (si hay suerte) quedará testimonio de esa inquietud que no sabes de dónde viene ni adónde va. Es la conciencia de que toda existencia humana se basa en la carencia, y se desarrolla en el conflicto, de que la vida misma es un plantel de debilidades y aspiraciones sin satisfacer. En el Paraíso no hay literatura, no le hace falta. Esta es una labor puramente humana, terrenal, nuestra, una celebración del individuo, del hombre como tal.

Me da la impresión de que escribo en defensa propia. Tal vez se pregunten de qué me defiendo: no de ustedes, ustedes son pacíficos (eso espero), sino de la vida, que es inestable, porque todo nos ocurre sin pedir permiso y sin que uno pueda evitar casi nada. Entonces, en medio del caos, he encontrado este refugio donde yo mantengo el control, al menos en apariencia, de lo que sucede.

Bueno, y ahora que he echado la culpa al mundo de que yo escriba, vamos a ver esta novela.

Lo primero que debo decir es que la presentación es una despedida, o una dulce despedida, como dijo Julieta, una muchacha que se ponía muy tierna en cuanto subía a un balcón. En una presentación el autor se despide de su obra y la entrega a manos del mundo. Eso significa también que la novela se emancipa y es libre. Ya puede volar sola, hacer amigos y enemigos a su voluntad.



Existe la prueba de fuego, pero es una situación de la que no seré testigo, cuando una persona que no me conozca, el desocupado lector al que apelaba Cervantes, un día que no veré amanecer, saque del estante este libro y lea la historia de un hombre que regresó a Venecia. Esa permanencia misteriosa, esa vigencia, es el logro de la literatura.

Al principio quería contar la caída de una familia, la postrimería, la decadencia de un esplendor agotado. Quería comenzar una historia detectivesca para ver a dónde me llevaba. Creo que los géneros están para eso, sirven de punto de partida. De todas formas, me faltaba algo, necesitaba un toque extravagante, un punto de locura que tirara de mí.

Y entonces encontré Venecia. Una hermosa ciudad que se hunde. Un naufragio a cámara lenta, arquitectónico, monumental, que simbolizaba a su manera el de aquella familia. Eso es lo que me faltaba, porque Venecia significa la Gran Metáfora, el símbolo de todo lo que quieras, de que cualquier obra humana es efímera, de que lo triste nos parece bello, de que la belleza siempre ocurre en el pasado, de que la nostalgia mata, de que cuando nos abandona el espíritu, la materia se hunde, de que la estética suele encubrir la falta de ética.

Venecia se eleva sobre la laguna como un sueño delirante, parece nacida con el propósito de ser contemplada. Es la ciudad del ojo, los demás sentidos desempeñan aquí un borroso papel secundario. Y cuando ves la multitud de turistas en pantalones cortos y gorras, con zapatillas de deporte, la mayoría relinchando en alemán, compruebas la inferioridad de nuestra silueta frente a la nobleza de las estatuas, los capiteles y columnas de mármol, los pedestales, las ventanas góticas y moriscas. El optimismo en Venecia viene en forma de neblina, o los domingos por la mañana, cuando la ciudad se despierta con el tañido de innumerables campanas. Venecia parece entonces un gigantesco juego de té de porcelana que vibrara en el cielo gris perla, con las cúpulas cubiertas de polvo que parecen teteras o tazas vueltas y el perfil inclinado de los campaniles, pura porcelana, atrayendo a las gaviotas.



La extravagancia estaba garantizada. ¡Qué sitio más raro para una novela negra! Aquí los bajos fondos son un barrio renacentista, el sótano donde se esconde el cadáver se inunda, aunque al cadáver le va a dar igual, la policía te persigue cómicamente con una lancha y para detenerte tiene que amarrar el bote primero. Es un lugar invadido por una muchedumbre incesante, turístico, manoseado, casi vulgar. La combinación era tan improbable, que en el momento en que me imaginé al protagonista deambulando por la ciudad empantanada, encajó en ella como un guante y la novela navegó sola. Creo que la ciudad actuó como un maestro mago que me enseñó a realizar algún truco.

Al fin y al cabo el tema es sólo la plataforma de lanzamiento para la imaginación del escritor, la excusa para que haga malabarismos y juegos de magia con las palabras.

Porque una novela no es sólo contar cosas, ni presentar a un personaje. Para convertirse en literatura necesita algo más, algo que no se puede controlar y de lo que el autor resulta casi inocente. A lo mejor ni sabe dónde apunta ni por qué acierta.

Alguien dijo que la literatura es palabra en el tiempo. Yo también quiero plantear una definición aquí, que les ofrezco como regalo por haber venido. Para mí la literatura es la palabra donde el alma del hombre nunca muere. Donde se refleje el misterio humano, allí hay literatura. Da igual que se trate de la Odisea, Moby Dick o La Celestina.

Venecia es un museo de sí misma desde que Napoleón la invadió y acabó con su independencia. Se arruinó, quedó a merced de Francia, de Austria y finalmente de Italia, incapaz de crecer, detenida, mirándose sola en la laguna. Curiosamente, al morir su poder, Venecia sobrevivió. Porque lo que venía luego era la masificación de las ciudades, los bloques de hormigón, el asfalto, el estilo funcional, el acero y el cemento, es decir, el siglo XX, que ha destruido el perfil de Europa con más violencia que todas las invasiones bárbaras.

Y es ese aire de mundo detenido, previo a la revolución industrial, el que el viajero busca fascinado. Uno entra en Venecia y casi puede imaginar aquella Europa cristiana, renacentista y medieval, con sus luces y sombras, pero que fue el mundo durante siglos. Para Venecia sólo existe el pasado, el presente es un incordio de turistas y contaminación y el futuro barrunta el hundimiento, la muerte definitiva. Venecia es un Titanic urbano que se hunde una pizca cada año.

Por eso se equivoca el que va a Venecia como si fuera a Disneylandia. Esa ciudad es lo contrario a la diversión, es su féretro. Aquí ya ha sucedido todo y no queda otra esperanza que la del recuerdo. Ahí radica su atractivo, en esa reflexión melancólica que el visitante se hace. Y si queda en pie un nuevo día y continúa viva a pesar del mar y el agua alta y la desastrosa cimentación, es que a nosotros también se nos ha concedido un día más de vida y hay que aprovecharlo. Vive el momento, Carpe diem, nos dice la ciudad. Es su lema. Espero que algo de su misterio y su magia haya quedado en la novela para que les guste tanto leerla como me gustó a mí escribirla. Muchas gracias.

¡No me digáis que no ha sido interesante!

Os recuerdo que tenéis en el blog la reseña de sus dos últimas novelas:

              Regreso a Venecia

                     La cabeza de Diana

10 comentarios:

  1. Me ha encantado, además yo estuve en Venecio y es preciosa, me enamore de la ciudad. Gracias por compartirlo.

    Un beso

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  2. Es cierto que no es lo mismo que en directo pero está muy bien y desde luego anima a leerla, yo espero hacerlo en breve
    Besos

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  3. Yo tuve la suerte de oírlo de viva voz, pero gracias por recordar sus palabras y por acercarla a los demás. bESOS

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  4. Un discurso muy bueno, disfruté mucho con él.
    Un beso!

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  5. Pues fíjate que yo este libro lo tenía con interrogantes y me han dado muuuuuchas ganas de leerlo !
    Besos.

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  6. Un gran discurso, vende muy bien el libro. Yo lo tengo apuntado, a ver cuando me hago con el
    Besos

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  7. Una gran presentación! Apuntadas las dos novelas de Francisco. Gracias por compartirlo.
    Besos

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  8. Me ha gustado mucho el libro. Aún tengo pendiente la reseña y volver a Venecia que me han entrado ganas después de leerla.

    Bs.

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  9. Nunca será lo mismo que poder estar presente, pero como dices tu... a veces no existe esa posibilidad! bien por compartirlo con nosotros!

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Gracias por tu comentario